Canadá.- Cada país, incluso cada ciudad, posee tradiciones y costumbres gastronómicas bien definidas. Existen platillos típicos e incluso endémicos para cada región, una característica que les da identidad y las vuelve especiales. Estos comportamientos generan hábitos alimenticios difíciles de cambiar, que se convierten en barreras culturales para productos extranjeros.
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Los ciudadanos mexicanos seguramente recuerdan los intentos de la cadena estadounidense Taco Bell por ingresar al mercado nacional. La firma llegó al territorio azteca en 1992 y en 1994 tuvieron que cerrar todos sus establecimientos debido al poco éxito. En 2007 realizaron otra incursión en Monterrey, pero cerraron tres años más tarde. La estrategia tuvo dos errores: competir en un mercado muy cubierto en México (tacos) y emplear una comunicación al estilo americano que impido la empatía con el consumidor local.
Los mexicanos están acostumbrados a comer tacos en la calle, en lugares concurridos y establecimientos que les resultan familiares y cercanos para crear relaciones con los dueños o personas que atienden. El modelo de negocio de Taco Bell estaba destinado al fracaso desde el principio. La pregunta es ¿Cómo hacer para comunicar un producto extranjero? Una forma es adaptar el producto y su comunicación a la cultura local para generar experiencias que le permitan al consumidor conocer sus propiedades y mantener la marca dentro de sus opciones de compra.
Hace unos días la marca de pan italiano Villaggio realizó una activación en un supermercado canadiense para introducir a los shoppers en un ambiente veneciano a bordo de una góndola convertida en carrito de supermercado que transportaba a los clientes por los pasillos del establecimiento. El objetivo es proporcionarles una experiencia inolvidable.