Contrario a lo que muchas personas piensan, hay ocasiones en las que las marcas deben realizar ciertos esfuerzos para que sus clientes dejen de consumir un producto o servicio (ya sea por propia convicción de la empresa o por alguna medida gubernamental). Para lograr esto, las compañías recurren al antimarketing o al contramarketing, conceptos que muchas veces suelen confundirse, pero que son considerablemente diferentes entre sí. Precisamente en las siguientes líneas hablaremos sobre la distinción que hay entre los dos conceptos.
Antes que cualquier otra cosa, hay que prestarle atención a las definiciones de ambos conceptos: el antimarketing comprende el conjunto de técnicas y estrategias utilizada con la finalidad de disminuir el interés que el público meta tiene un en cierto producto o servicio. Las acciones que se realizan tienen como objetivo tanto los valores de la firma, así como los beneficios con los que cuenta.
Por su parte, el contramarketing hace referencia a la serie de acciones que dirigidas hacia una determinada marca con la finalidad de disminuir la demanda que existe sobre uno de sus determinados productos o servicios, esto de manera temporal o permanente.
Si bien es cierto que prácticamente en los dos conceptos de busca afectar negativamente la percepción que tiene la gente de una determinada marca, producto o servicio; lo cierto es que el antimarketing actúa sobre los principios y el valor agregado de una determinada marca, mientras que el contramarketing tiene efecto directo en la demanda del mismo.
Tanto el antimarketing como el contramarketing son utilizados, a veces de manera conjunta, para disminuir la cantidad de consumidores que solicitan un determinado producto o servicio. Quizá el mejor ejemplo de esto son los cigarros. Al menos en México, para disuadir sobre su consumo, se ha colocado imágenes de las consecuencias que puede tener el consumo de este artículo en el organismo. Algo similar pasa, por ejemplo, con el alcohol.