En la eterna lucha de titanes entre marketing y creativo, o cliente y agencia, entran términos culturales como “creaticuenta”, “creaticliente” pero curiosamente nunca al revés. Nunca me ha tocado escuchar – “Ese creativo se cree mercadólogo” – y si llegara a pasar, dudo que fuera una mala cualidad. Entre el hard sell y la plataforma creativa, hay varios loquitos a la alza llamados híbridos.
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La creatividad técnicamente no es algo que se estudia y se titula, por eso es más fácil que la crítica sea unidireccional, – Todos somos creativos, pero no todos somos mercadólogos -.
La creatividad es intrínsecamente humana, es parte de nuestra evolución y muchos le llamarían la razón de nuestra supervivencia. Con ella, hemos extendido nuestras habilidades naturales como la fuerza, con herramientas o una simple palanca, o la visión con el “Telescopio Muy Grande” en Atacama, Chile; así se llama, no me digan a mi. Todos somos creativos, – menos los astrónomos para nombrar sus telescopios -, nos guste o no, nadie tiene la patente ni la última palabra sobre quién es creativo o no. Hay teorías muy extensas sobre el tema pero cómo diría Einstein, es relativo.
Según Sir Ken Robinson, “la creatividad es el proceso de generar ideas originales que tienen valor. Gran parte de ser creativo es buscar nuevas formas de hacer las cosas dentro de cualquier actividad en la que uno esté involucrado.”
Sabias qué:
Las culturas más antiguas, incluyendo a los filósofos de las antiguas Grecia, China e India, desconocían el concepto de creatividad y veían el arte como una forma de descubrimiento y no como una forma de creación. Los filósofos griegos no tenían un término correspondiente a “crear” o “creador”, excepto en la expresión “poiein” (hacer) la cual solo se aplicaba a la poesía y al poeta que la escribía. Platón no creía en el arte como una forma de creación. Es decir, que el concepto de creación no es tan viejo como pudiéramos pensar, y mucho menos su pertenencia también al mundo del arte.
Hablando de tiempos actuales, la creatividad es el acto de convertir ideas nuevas e imaginativas en una realidad. Se caracteriza por la capacidad de percibir el mundo de nuevas maneras, de encontrar patrones ocultos para hacer conexiones entre fenómenos aparentemente no relacionados, y para generar soluciones. La creatividad implica dos procesos: pensar y después crear. Si tienes ideas pero no las llevas a cabo, entonces eres imaginativo, no creativo.
La pregunta es: ¿La creatividad se puede aprender? La respuesta es simple: sí.
Un estudio de Dr. George Land revela que somos naturalmente creativos, pero a medida que crecemos dejamos de serlo. La creatividad es una habilidad que todos podemos desarrollar.
Ésta comienza con una base de conocimientos, el aprendizaje de una disciplina y el dominio de una forma de pensar. Se aprende a ser creativo mediante la experimentación, la exploración, cuestionando supuestos, utilizando la imaginación y sintetizando información. Aprender a ser creativo es similar al aprendizaje de un deporte. Se requiere de práctica para desarrollar los músculos correctos y un ambiente de apoyo en el que florezca.
La creencia que solo las personas con talentos especiales son creativos y que es algo con lo que se nace disminuye nuestras ganas de tratar de crear ideas. Según un estudio de la Universidad de Exeter, el hecho de que “genios” como Shakespeare, Mozart o Picasso eran “súperdotados” es un mito. El grupo de investigadores examinó el desempeño sobresaliente en las artes, las matemáticas y los deportes para saber si “la creencia generalizada de que para alcanzar ciertos niveles de capacidad de una persona debe poseer un potencial innato llamado talento”.
El estudio determina que la excelencia se determina por los siguientes factores: oportunidades, estímulo, preparación, motivación y, sobre todo, práctica.
Citando a este estudio: “Nadie alcanza altos niveles de desempeño en su campo sin dedicar muchas horas de entrenamiento serio. Mozart practicó durante 16 años antes de producir una obra maestra reconocida”.
Los negocios no se caracterizan por la auto realización creativa para su propio bien. En marketing, en particular, no se trata de nada más pensar en métricas e insights. Es la solución creativa de problemas. La creatividad es, quizá, el atributo clave más necesario y deseado para abordar los retos de las estrategias de mercadotecnia en estos tiempos.
Los verdaderos líderes abrazan la incertidumbre y complejidad como catalizadores creativos que invitan y, de hecho, demandan la innovación y la diversificación. Los líderes creativos deben considerar las limitaciones en todos los niveles como retos apasionantes que liberan, más no restringen la exploración de nuevas áreas y talentos de su equipo y por ende, la creatividad.
Su reto es abrazar la creatividad, la experimentación y la diversificación.
La cualidad más deseada en el del marketing hoy, es la creatividad aplicada para la solución de problemas, cruce de datos y diagnóstico, y plataformas creativas ad hoc. El marketero del futuro tiene ojo para juzgar la creatividad sin destruirla. El proceso de compra de nuestros productos o servicios debe de ser lo más simple y productivo posible. Hay que pasar de un modelo de “fácil de vender” a “fácil de comprar” y para esto, se necesita creatividad.
Hay que abrazar a los soñadores y darles la orientación adecuada para que apliquen su creatividad y se vuelvan más híbridos. No se construye mucho criticando a los dos lados de la conversación y más cuando somos un grupo enfocado a solucionar el mismo problema. Mejor aprendamos el uno del otro. Al final, la especialización es para los insectos.
“Un ser humano debe ser capaz de cambiar pañales, planear invasiones, carnear cerdos, navegar barcos, diseñar edificios, escribir sonetos, contabilizar saldos, levantar paredes, tratar fracturas, dar consuelo a moribundos, recibir órdenes, dar órdenes, cooperar, actuar solo, resolver ecuaciones, analizar nuevos problemas, palear estiércol, programar computadoras, cocinar bien, luchar eficientemente, morir con gallardía. La especialización es para los insectos.” Robert A. Heinlein
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