El modelo donde sólo existe el shopper y el consumidor se ha transformado con el tiempo. En la actualidad se han detectado distintos actores que intervienen en el proceso de compra, dependiendo, principal (pero no exclusivamente) del público meta y del producto con el que se esté trabajando. Un claro ejemplo de esto está en el pet marketing, en el cual, las mascotas no pueden ir a un retailer a comprar un producto, pero sí tienen un papel fundamental no sólo como consumidores, sino también como decisores de compra.
Si las mascotas son quienes deciden qué es consumen (hablando, por ejemplo, desde alimento hasta juguetes, entre otros artículos), ¿cómo se puede llegar a ellos? Una primera respuesta está en la calidad del producto. Si lo que comen no tiene un buen sabor o les hace daño, es posible que el dueño (shopper) no compre nuevamente el producto.
Es importante que, especialmente en lo que tienen que ver con los alimentos de las mascotas, se resguarden los valores nutricionales, sino también que haya un buen resguardo de las cualidades organolépticas del producto, para que resulte atrayente para la mascota.
Hay que recordar que las mascotas no razonan sobre los productos, sino que funcionan de modo más instintivo. Por este motivo, es importante estimular sus sentidos por medio de distintos factores: uno de los que ya mencionamos fue precisamente el sabor de los productos; sin embargo, es posible hacer empaques que sean ruidosos, para que las mascotas se emocionen cuando lo escuchen que están abriendo.
En este caso, es necesario estudiar los gustos del consumidor final (que coincide con el decisor de compra) para saber que es lo que funciona mejor y al final del día qué es lo que más se compra, para seguir trabajando sobre esa misma línea y que haya un impacto positivo.