Por Fabiana Porta, Vicepresidenta Adjunta y Directora General de Pospago y Marca en AT&T México
El marketing tiene un superpoder: cambiar percepciones. Y durante mucho tiempo, lo hemos usado para reforzar estereotipos, limitar aspiraciones y encasillar a las personas en roles predefinidos. La publicidad vende productos si se hace bien, pero siempre moldea la forma en que vemos el mundo. Entonces, si queremos un mundo más equitativo, el marketing tiene que dejar de jugar a la inclusión simbólica y apostar por un cambio real.
Hoy, la representación auténtica en la publicidad ya no es un nice-to-have, es un factor clave para la relevancia de una marca. Pero el cambio no puede quedarse en los anuncios con una cuota de diversidad. Si la representación no está en las mesas donde se toman decisiones, lo demás es puro smoke and mirrors.
La diversidad en el marketing no es solo una cuestión de justicia social, es inteligencia de negocio. No es coincidencia que las empresas con mayor diversidad de género en sus equipos ejecutivos tengan un 39% más de probabilidades de superar financieramente a su competencia. Equipos diversos entienden mejor a sus audiencias, crean productos más alineados con las necesidades reales del mercado y diseñan campañas que resuenan más allá de los clichés.
Pero hablar de diversidad sin ejecución es como vender un cascarón sin huevo. Si realmente queremos transformar la industria del marketing, hay que hacer más que discursos. No basta con iniciativas de inclusión si los puestos de liderazgo siguen ocupados por los mismos perfiles de siempre. Si las campañas se construyen en equipos homogéneos, es ingenuo pensar que reflejarán una realidad diversa. Y si seguimos repitiendo patrones inconscientes, lo único que cambia es la forma en que se maquilla la falta de representación.
Las marcas que entienden esto no solo incluyen más voces, sino que las empoderan. No confunden diversidad con un checklist de cuotas, sino que la convierten en el corazón de su estrategia. Y al final, los consumidores también tienen un papel clave: exigir más que discursos bonitos y premiar con su lealtad a las marcas que realmente están cambiando las reglas del juego.
La diversidad en el marketing no es una moda, es una necesidad. Ya no se trata de si el marketing debe ser más inclusivo, sino de cómo vamos a hacer que esto suceda de manera genuina y duradera. Porque al final, la mejor estrategia de negocio no es la que sigue la corriente, sino la que la define.