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Noticias del Imperio

Por Manuel Moreno Rebolledo*

manue2.jpgNo, no se trata de reseñar la magistral novela de Fernando del Paso (curioso: antes publicista, hoy verdadero creador que no “creativo”); se trata sí­, de analizar un ejercicio de control de opinión ““asunto fundamental en el trabajo de las relaciones públicas, en este caso de gobierno”“ que, a nivel macro, hemos vivido más de la mitad de los paí­ses del mundo al permitirnos ser vistos ““y creérnoslo”“, desde la óptica que nos ha querido marcar nuestro vecino imperial. Pero hagamos un poco de historia para entender mejor el asunto.

Aunque el Movimiento de Paí­ses no Alineados (nacido en 1955 como respuesta a la Guerra Frí­a y del cual México nunca ha sido miembro activo, sólo observador pasivo desde siempre al igual que China y Brasil, por ejemplo), tuvo como principio mantener una posición neutral y no aliarse a ninguna de las superpotencias, sosteniendo, como condicionante de su membresí­a, un apego irrestricto a la Carta de las Naciones Unidas para vigilar de mejor manera el actuar de Estados Unidos y la URSS y manteniendo el principio de no intervención como el principal de sus asuntos, fue hasta la segunda mitad de los 70’s cuando hizo voltear la atención internacional al macarthismo extraterritorial de Estados Unidos.

Porque una cosa fue que el senado estadounidense “censurara” en 1954 a Joseph McCarthy por su conducta (propia de un alcohólico, de lo cual murió a los 48 años) al dirigir la comisión de operaciones gubernamentales del senado y perseguir a lo más selecto de la intelectualidad norteamericana acusándolos de comunistas (vale mucho la pena leer “Las Brujas de Salem” de Arthur Miller), y otra muy diferente es que el gobierno de Estados Unidos, desde ese momento, haya impuesto reglas no escritas a sus agencias “internacionales” de noticias (UPI, AP, entre otras), para ejercer una práctica informativa sobre paí­ses incómodos para este paí­s que no han hecho olvidar, para nada, al senador de Wisconsin.

Casi veinte años después de su creación, en la reunión que tuvieron los Ministros de Información del Movimiento de Paí­ses no Alineados en 1976, en Nueva Dehli, se acusó a Estados Unidos de que, a través de estas agencias (de las cuales se alimentaban prácticamente todos los periódicos y noticiarios del mundo, ni qué decir los mexicanos), se distorsionaba la realidad de todas aquellas naciones que no estaban alineadas a la polí­tica internacional “anticomunista” de ese paí­s, en el entendido de que: primero, estas agencias tendrí­an toda la posibilidad estructural de tener corresponsales en cada paí­s del mundo y, segundo, que todo proceso informativo puede sembrar falsas creencias, llevándolas a su arraigo y volviéndolas convicciones. En más de un sentido, el gobierno de Estados Unidos practicó el principio Goebbeliano de “una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad”.

Esto no quiere decir que los paí­ses socialistas fueran unos angelitos: Pravda era un periódico soviético que sólo daba las buenas noticias de la URSS y Xinhua es la agencia China que también, en forma controlada, nos da la información que el gobierno de Pekí­n quiere darnos (ojo, no somos angloparlantes, es Pekí­n no Beijing). De hecho, todos los gobiernos han caí­do en la oscura tentación de controlar la información que sobre de ellos se escribe o reporta: Cuba crea ACN en 1974 para el exterior, mientras dejaba Granma para el consumo interno; el gobierno de Dí­az Ordaz crea en México Notimex justamente en agosto de 1968 (¿para qué creen?); y últimamente, Hugo Chávez cerró en 2005 Venpres para crear su Agencia Bolivariana de Noticias, justamente para controlar la información de Venezuela al exterior.

En el caso del gobierno de Estados Unidos, la distorsión informativa sobre los beneficios del american way of life y los maleficios del resto no alineado no paraba con la actividad de sus agencias y periódicos, de los cuales sólo un par lograban salvarse: practicaban el boca a boca; adiestraban a gobiernos afines y a gobiernos golpistas (que ellos mismos promoví­an, como el de Pinochet o que ellos ya apoyaban, como el de Somoza en Nicaragua y el de Stroessner en Paraguay) para educar a sus funcionarios sobre qué decir y cómo decirlo, siempre y cuando el objetivo de ensalzar a Norteamérica y denostar a los no integrados, se viera traducido en apoyos económicos (para los funcionarios de estos gobiernos, no para sus paí­ses).

Desde antes de la caí­da del muro de Berlí­n ““prevista con años de anticipación”“, la atención del gobierno norteamericano por desinformar se centró en China previendo, quizá, el poder económico que esta nación alcanzarí­a en no más de tres décadas.

Muchos de los mitos fabricados desde Estados Unidos sobre China, ““para seguir con el ejemplo y ahora que está de moda”“, como el que el Estado separa a los niños de sus familias para darles una educación propagandí­stica; que operan contra su voluntad a las mujeres en edad de concebir ““mutilándolas”“ para ya no tener más hijos; que es un paí­s que no respeta los derechos humanos (¿ya tan pronto olvidamos el abuso de soldados norteamericanos en la cárcel de Abu Ghraib?), o que los obreros maquiladores chinos trabajan en condiciones infrahumanas (a ver si alguien se da una vuelta por las maquiladoras de mezclilla de Kamel Nacif), han ido cayendo poco a poco gracias, entre otras cosas, a la difusión que de los juegos olí­mpicos se ha hecho en todo el mundo.

Cadenas informativas menos influenciables como la BBC, Deutsche Welle o la RAI, no han encontrado más que casos muy aislados de irregularidad gubernamental, como sucede en la mayorí­a de los paí­ses del mundo, incluido Estados Unidos cuyo gobierno, en nombre de la libertad y la seguridad, ha cometido enormes atrocidades.

Benjamin Franklin ““para que la cuña apriete”“, dijo una vez: “Aquellos que cederí­an la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad”.

*e-mail: [email protected]

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