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¿Dónde Acaba la Escuela?

Por Manuel Moreno Rebolledo

manuel-moreno.jpg Will Durant, el célebre escritor y filósofo (que legó once maravillosos libros sobre la historia de la civilización), decí­a que la educación es el descubrimiento de nuestra propia ignorancia, refiriéndose a la ambición que el ser humano debiera tener por el conocimiento y a la inconformidad obsesiva por entender, siendo la educación una simple herramienta para seguir conociendo.

Enseñar no es una tarea fácil, sobre todo cuando quienes deben aprender tienen la idea de que lo saben todo. ¿Debiera una agencia “”de cualquier especialidad, eso es lo de menos””, continuar con la instrucción (metodológica, sistemática) de sus recursos humanos o debiera dejarlos solos, que fueran aprendiendo en el camino, con sus propios yerros y con una voz (no interior pero sí­ chocante) que les dijera “se los dije”?

Más allá de la llamada educación “formal” o la actualización en el conocimiento de nuevas técnicas o teorí­as que enriquezcan su especialidad “”condición sine qua non para una mí­nima operatividad como negocio””, una empresa que se dedica a la comunicación (ya sea a través de la publicidad, el diseño, las relaciones públicas o las actividades BTL “”o que la trasmite como medio””), debe desarrollar, a través de una formación sistemática entre su personal, seis valores esenciales por los cuales será apreciada y sin duda destacará muy por encima de las demás:

1) Ceñir la creatividad “”no coartarla, no limitarla, simplemente darle orden, método y estructura””; ponerle ese corsé intelectual que distingue a los creativos de los genios.

2) Contextualizar la comunicación (entender perfectamente toda la circunstancia que rodea el mensaje o conjunto de mensajes que se van a emitir: lo social, lo polí­tico, lo económico, lo cultural, lo legal). La investigación es fundamental en este paso (la educación ha logrado que las personas aprendan a leer, decí­a George Travelyan, pero ha sido incapaz de señalar lo que vale la pena leer). Una formación cultural sólida es tan importante como los conocimientos técnicos adquiridos en la educación formal.

3) Ver cada cuenta como un caso independiente y único (la fórmula que funcionó con un cliente, por muy buenos resultados que haya tenido, puede no aplicar para otro, aun y cuando tengan muchas semejanzas en su giro o tengan aparentemente las mismas necesidades), cada cliente es como un individuo y cada individuo es único e irrepetible. Hay que hacer la historia clí­nica de cada cliente y diagnosticar sus necesidades de acuerdo con sus antecedentes y necesidades reales frente a su mercado.

4) Sentir en común (justo lo que da significado al famoso sentido común) sin perder la esencia de nuestro criterio; buscar la mejor manera en la que nuestra idea pueda permear y ponerse en los zapatos de los destinatarios de nuestros mensajes (hay gente tan llena de sentido común, decí­a Unamuno, que no les queda el más pequeño rincón para el sentido propio).

5) Discutir cada idea, cada mensaje y ganar en autocrí­tica: aprender que el mejor de los proyectos siempre tendrá como base haberlo hecho en forma colegiada, permitiendo la aportación libre y estructurada de cada miembro del equipo quienes, con los mejores conocimientos y actitud de que disponen puedan convencer con argumentos sólidos y bien documentados sobre lo que es mejor para el cliente, aprendiendo que la autocrí­tica es la mejor ví­a para sustentar dichos argumentos. Obsesionarse con la perfección de cada proyecto.

6) Tener el atrevimiento de ver más allá de lo ortodoxo. Cada profesión y cada especialidad tiene sus dogmas y verdades establecidas: hay que romper con esto y buscar qué es lo que no nos dicen esos parámetros para buscar una respuesta más allá de lo instaurado, para hacer algo efectiva y eficientemente nuevo; la revolución rompe con lo establecido y es, y será siempre, re-evolución.

Estos valores que responden más al carácter individual, trascienden la educación profesional y deben ser inculcados (si es que no lo ha hecho ya la familia), por el ámbito del cual este personal ahora forma parte y por un esfuerzo particular que tendrí­a como resultado sólo dos opciones: la adaptación “”en el mejor de los casos””, o la segregación del grupo que ya está embalado en esta dinámica.

Este modelo de agencia “”y medio de comunicación (¿o de negocios en general?)””, no sólo será útil para la compañí­a en la que prestamos nuestros servicios, sino para la sociedad en general. Mientras más personas estén formadas e involucradas en este tipo de esquema de trabajo, mejor podrán contribuir a cambiar ese “chip” que tanta falta hace restaurar para ganar en competitividad, productividad, honestidad personal y profesional, haciendo que, desde nuestra posición “”cualquiera que ésta sea”” nuestra sociedad sea vista con respeto y dignidad, tanto por otras sociedades como por nuestras propias autoridades.

La meta principal de este tipo de formación no es el enseñarnos a ganar el pan “”de eso se seguirán encargando las escuelas””, sino capacitarnos para hacer agradable cada pedazo de ese pan que nos llevemos a la boca.

P.S. Los invito a leer la columna “Didascalia” cada mes en la revista Merca2.0.

Contacto: [email protected]

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