2. Ausencia de prejuicios
Tan usual en los adultos, los prejuicios surgen precisamente como una forma de ahorrar tiempo y análisis. Todo proceso que se realiza valorativamente a priori de la realidad se convierte en un juicio que muchas veces sentencia más al juez que a la víctima.
El psicólogo Gordon Allport define a los prejuicios como “una actitud suspicaz u hostil hacia una persona que pertenece a un grupo, por el simple hecho de pertenecer a dicho grupo, y a la que, a partir de esta pertenencia, se le presumen las mismas cualidades negativas que se adscriben a todo el conjunto.”
Por el contrario, los más pequeños carecen de este tipo de artimaña psíquica, y actúan con mayor libertad y desenfado ante los individuos y situaciones, logrando por ende empatizar y comprender el entorno más cabalmente.