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COLUMNA: Copycats

Por Manuel Moreno Rebolledo

e-mail: [email protected]

manuel-moreno-rebolledo De acuerdo con el Merriam-Webster’s Dictionary, el término copycat (puesto ahí­ desde el año de 1896) se refiere a un atributo frecuente que denota dos cosas, principalmente: el primero, describe a una persona que imita o adopta las prácticas, conductas o ideas de otros “”un imitador, sin ir más lejos, o como dirí­an ahora los post-adolescentes: un “wanna be”””; el segundo, alude a un acto o producto que es imitación de otro.

Quien internacionaliza el término “”como casi siempre sucede””, es el cine.

Fue precisamente la pelí­cula de Jon Amiel con ese nombre la que hizo que el término no sólo se difundiera más allá de los auditorios angloparlantes, sino que incluso entre estos, se popularizara al grado de usarlo casi para cualquier ocasión y actividad. Producido en 1995, este buen thriller narra cómo una criminóloga agorafóbica logra la captura de un asesino que utiliza exactamente los mismos procedimientos delictivos de algunos de los homicidas más famosos de la historia estadounidense, logrando confundir a la protagonista (Sigourney Weaver), por su nivel tan exacto de imitación.

Esa primera acepción que nos indica el Merriam-Webster’s, la referente al copión nuestro de cada dí­a que en este negocio vivimos casi a diario, es la que ya toma tintes de alarma entre quienes insistimos en hacer de esta una actividad de auténticos profesionales.

Muestra de ello, es una nota aparecida en los últimos dí­as de octubre aquí­, en la versión electrónica de InformaBTL, bajo el tí­tulo “La nueva sofisticación de Cuervo” y que se refiere al lanzamiento de su nuevo tequila Rosangel, donde vemos el resultado de una gran imitación concertada para la comunicación de esta marca.

Varias agencias intervinieron en esto “”la verdad no sé cuáles, pero después de ver el resultado ni siquiera me interesa saber cómo se llaman””. En esa nota se ven cuatro fotografí­as de producto, tres de las cuales son las tí­picas recortables en fondo blanco y una cuarta imagen (la cual supongo es la imagen que quieren comunicar), que no es más que una burda imitación de las fotografí­as que Moí«t & Chandon viene difundiendo en todo el mundo desde hace un buen rato: Si el diseño de la imagen mostrada a través de las fotografí­as del producto fue desarrollado en Estados Unidos (lugar donde primero se lanzó el producto), el copycat es quien escogió aquí­ en México esas imágenes; pero si, por otro lado, la propuesta de este tipo de fotografí­as fue hecha por una agencia (de publicidad o de diseño, ¿qué importa?) tenemos un “creativo” copycat, que trabaja en una agencia que, o no le interesa supervisar el trabajo de sus empleados, o es una agencia a la que el trabajo ético le tiene sin cuidado.

Un tercer responsable es la agencia de relaciones públicas que difunde la información vinculada con esta marca (tampoco sé su nombre ni me ocupa averiguarlo) “”que es quien normalmente selecciona y enví­a las fotografí­as a los medios acompañadas de un boletí­n””, pues su trabajo radica no sólo en la actividad ya descrita, sino en cuidar que la imagen o reputación que se está construyendo no sea un “fusil” como el que podemos advertir en la fotografí­as aquí­ presentadas como evidencia del copycat.

Algo que deben tomar especialmente en cuenta tanto quienes diseñan la estrategia de este producto como quienes desarrollan su comunicación con el consumidor, es la distancia que hay entre su marca y la que pretenden imitar: Un Citizen nunca será un Rolex ni una bolsa Nine West será jamás una Louis Vuitton.

Por lo tanto, Cuervo nunca podrá conseguir la reputación de representar marcas de lujo como la tiene, Moí«t & Chandon. La lí­nea es muy delgada entre la burla y el ridí­culo.

De pasada: Un ejemplo de la segunda acepción, la que se refiere a lo que podrí­a ser el robo industrial es, por ejemplo, el copycat fashion, término que se ejemplifica perfectamente cuando, a partir de que la modelo Kate Moss (quien interviene en el diseño de su firma Topshop), copió modelos de Gucci, Chanel, Christian Dior y Prada, entre otras marcas, para lanzarlos bajo el nombre de su firma; a mucho menor precio que los originales, por supuesto. Lo que más llamó a la burla fue que haya declarado que tomó varias piezas de su clóset para reinterpretarlas (¡ahora resulta!).

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