El sastre que confeccionó el traje de AMLO para el último debate, el jefe de información de Ricardo Anaya, el vocero de José Antonio Meade. Todos tienen algo en común: han perjudicado a sus candidatos en mayor o menor medida, al menos una vez.
En los últimos meses, hemos visto como una buena parte de los miles de millones de pesos que el INE destinó a los partidos políticos y candidatos independientes, se ha invertido en los medios de comunicación ATL y BTL a lo largo de una contienda que cada vez se torna más feroz. Y así como las grandes empresas miden sus esfuerzos de mercadotecnia con las ventas generadas por canal, período y región geográfica, los bandos políticos evalúan sus esfuerzos de propaganda echando mano a las encuestas, sondeos de opinión e indicadores de las redes sociales.
También sabemos que el triunfo depende en gran medida del empleo inteligente de los presupuestos, aunado al talento de los equipos de imagen y comunicación de cada aspirante a la presidencia. El problema está cuando los propios equipos crean y promueven contenidos desafortunados que afectan directa e indirectamente a sus candidatos, y que, además generan una cascada de notas negativas en prensa y detractores en las redes sociales.
Los “resbalones” (por no usar un adjetivo más enérgico y soez) también cuentan y mucho. Revelan la escasez de verdaderos profesionales de propaganda política y mancillan la imagen de los incautos que confían ciegamente en contenidos cargados de “fuego amigo” (como se denomina en la guerra a los disparos provenientes del propio bando o de aliados).
En fechas recientes han habido varios casos y uno de los más claros es el video que fue propagado por el propio equipo del PRI con el hashtag #NoLoDejesManejar, haciendo clara referencia al candidato de MORENA y de refilón, faltando el respeto a todos los adultos mayores. El contenido suscitó un sinfín de críticas y orilló al vocero del PRI a disculparse públicamente para clamar las aguas.
Por supuesto, al igual que sucedió con otros videos desafortunados como el de la supuesta niña bien que baila en una iglesia, nadie se adjudicó su creación. Como bien dicen, los errores suelen ser huérfanos. Aun así, existen acciones menos pensadas donde el propio partido toma el riesgo, como el caso del spot del tigre intimidador que habla a cámara.
Lo cierto es que todos los participantes han tenido sus resbalones, unos peores que otros, y aunque errar es de humanos, resulta inquietante que varios contenidos, que están supeditados a la aprobación de varios “expertos” y de los propios partidos, hayan salido a la luz para provocar más vergüenza que coherencia.
La guerra sucia seguirá este mes y el que viene. Como comunicadores, preparémonos para aprender de todo, de los aciertos y más aún de los errores, que se antojan cuantiosos. El cierre electoral no sólo será del equipo que anote los goles de último minuto, también del que cometa menos errores en su propia portería.
