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Cómo viví una sesión de fotos perfecta

Paco Santamaría FEMSA Heineken

Llegué tarde alrededor de unos veinte minutos al llamado del fotógrafo. Ese domingo cerraron todo el barrio de Polanco por una carrera deportiva, aun así no había justificación porque un llamado de producción es un llamado. Y quien llega tarde, sólo debe llevar como justificante su certificado de defunción. Ahí estaba, sentado solo en cuclillas con todo su equipo que es portátil. No lo dejaron pasar ni siquiera al lobby del edificio que usaríamos como plató o foro para la sesión de fotos. Mi principio fue lamentable. Víctor Cucart, uno de los mejores fotógrafos de personalidades del mundo hispano me estaba esperando porque llegué tarde al llamado. Ese que es amigo de Giorgio Armani y que es el único que ha entrado a fotografiarlo a su casa, que es íntimo de Paloma San Bacilio y fotógrafo de cabecera del famoseo español. Sí ése. De pronto, se levantó y me abrazo: –¡Artista! ¿Cómo estás? ¡Hace como cinco años que no nos veíamos el pelo!– , sonríe de boca a oreja y me vuelve abrazar. Sudé frio y me disculpé por ser tan impuntual.

Llegó media hora antes de lo programado al llamado de producción y yo llegué 20 minutos tarde con mil pretextos encima. Lo siguiente que me preguntó fue por los cambios de ropa. Esto me parece muy importante en un fotógrafo. Muy pocos fotógrafos de personas se detienen en los detalles de la ropa. Este personaje es muy estilista y coordinador de moda. Me obligó a poner los cambios de ropa en la cama y echó un vistazo muy rápido entre ejecutor y de lector rápido experimentado. Me ordenó de muy amable forma que comenzaramos a contar la historia de lo informal a lo formal. De lo sport hasta la corbata y más cuando se trabaja con animales políticos. Al contrario de un “striptease” que te harían en un bar de putas o en un “chipendale” para mujeres calientes en una despedida de soltera.

Comenzó a disparar su aparato de fotografías. Sin misericordia. El animal político pronto se dejó cazar por él. No fue por la fuerza. Fue el carisma de un fotógrafo amoroso. Como un baile. Y de pronto ¡pum! Lo captó en su esencia. Atrapó su quinta esencia. Todo sin un solo foco de ayuda, aprovechó cada rincón del departamento, cada fotón de luz, cada sombra y cada rebote. Sus armas eran sus gafas, su lente y un rebote de luz que de ninguna manera de ve pretencioso o costoso. Quizá su herramienta más importante es su carisma y su voz. Tiró más de 400 fotogramas, como un tramposo, entre respiro y respiro, editaba y posproducía en cámara. Borraba lo que no quedaba. Ganaba tiempo, como una máquina de imagen en vida.

Al final seleccionamos 12 fotos de 400. Fotos que comuniquen, que cumplan su objetivo. Que comuniquen en campaña. Que sean capaces de contar una historia no verbal. Que digan algo en tres segundos. Que quiten lo maquiavélico. Que proyecten bondad, fortaleza, ternura y sabiduría. Casi cuando terminamos, lo único que pidió como una fiera cansada y sedienta. Como cuando un león acaba de cazar a un antílope en una larga carrera, fue un café con esplenda. Corrí a solucionarlo como el productor que soy. Estaba tan excitado por la pelea que vi, que lo preparé con sal en vez de azúcar. Tomó la taza, le dio un sorbo y no protestó en nada. Siguió con lo que seguía.

Esa producción de la sesión perfecta la resolvimos con sólo 3 personas porque requería privacidad, discreción y sencillez. Contando al modelo. Un crew reducido y efectivo es mejor que mucha gente que sobra y que no trabaja en realidad. Menos es más. Les comparto una charla en mi video columna con Víctor Cucart, este fotógrafo con quien trabaja tan bien en esta sesión perfecta de aquel domingo inolvidable.

 

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