En redes sociales y plataformas digitales, el primer fenómeno que se vio fue la democratización, es decir, el hecho de que cualquier persona con espectro digital pudiera acceder a una cuenta en el colectivo digital que le interesara.
Luego el caos, porque todo lo que tocamos lo destruimos.
Los Dueños del Balón accedieron a la monetización, lo que significa que los nodos sociales o influencers podrían recoger monedas –no los billetes que entran a la plataforma- a partir del número de seguidores, primero, y después de una tortuosa historia de dos décadas, ahora ganan con base en un algoritmo (ver columna pasada) que considera fuertemente la interacción con los followers. Considero, sin tener pruebas presentables frente a la Corte de La Haya, que hay mecanismos maquiavélicos para posicionar una idea, basta ver las tendencias de Twitter.
De la mano al corazón, o sea, de tu mano en el cel al corazoncito rojo de aprobación en tu red social preferida, ¿cómo se logra? Regurgito aquí una frase escuchada hace años en voz de un director general de agencia de publicidad:
“Hay dos formas de ser una gran marca: La primera es tener un abundante presupuesto para repetir un mensaje las veces que sea necesario para que la gente lo repita con convicción. La segunda… es ser una gran marca. La primera es la cómoda”.
Hablando de “la cómoda”, escucho mientras escribo a un personaje muy público que, por casualidad, dice “escogen a tiktokeros, feisbuqueros para transmitir…”. Es a lo que me refiero, la solución fácil que no es fácil y, a largo plazo, no es solución. Nodos sociales para buscar la inmediatez mano-corazón.
Dejaría como colofón dos términos que me parecen revolucionarios –siempre lo fueron, no lo invento-: Sorpresa y emoción. Si de verdad es de la mano al corazón, es entonces intercambio de una persona a otra. De los que compran a los que venden y una deseada viceversa.
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